lunes, 22 de septiembre de 2014

Con mala leche (1)

Leche de vaca, ¿sí o no? Esa es la cuestión. La leche de origen animal, la que normalmente se bebe en nuestros hogares que procede de la vaca, siempre ha sido objeto de polémica, y por muchos motivos. Entre ellos porque la industria lechera se ha encargado de ensalzar este producto hasta extremos injustificados, y para ello no han faltado estudios eso sí, financiados por esta misma industria, convirtiendo a este alimento en imprescindible y en el alimento más sobrevalorado del mundo. A la industria efectivamente no le faltan motivos: se dedica a venderlo, y a ganar dinero con ello.

   Para situarnos, podemos empezar explicando que la leche materna humana, que sería la única de origen animal que deberíamos ingerir y sólo durante nuestra infancia, se ha consumido durante millones de años, en primer lugar por los precursores del hombre y después por el mismo “homo sapiens”.
   Tan sólo hace 9.000 años que se comenzó a domesticar a ciertos animales en función de la geografía y las etnias humanas: vaca, cabra, oveja, burra, yegua, camella, búfala, yak, llama o reno… Según la zona y la cultura, así son los animales proveedores de leche. En el caso concreto de Europa, la ganadería existe como tal desde hace algo menos de 5.000 años, situando la selección de vacas lecheras en una época tan reciente, como a mediados del siglo 19.

   Evidentemente durante mucho tiempo la leche de vaca sirvió para alimentar a los terneros, como es lógico y normal. La cultura de dar leche de vaca a los niños simplemente no existía antes de estos últimos 50 años, y éstos eran amamantados por su madre, o por una nodriza que se prestara a ello, como era habitual si a la madre le surgía algún problema o inconveniente. Es en este último medio siglo, donde la leche de origen animal ha alcanzado un lugar preponderante en la alimentación de niños y también de adultos.

   Los beneficios de la leche humana (LH) no los puede asumir ningún otro producto, aunque la industria se empeñe en lo contrario. De hecho la publicidad de las denominadas leches de continuación, están reguladas por una especie de comité ético que no permite ciertas técnicas de publicidad para ensalzar estos productos artificiales, pero útiles si surge a algún problema a la mujer que da el pecho, no así para sustituir alegrementemente la LH materna.
   La LH presenta el doble de lactosa (azúcares) que la de origen animal favoreciendo que los minerales que contiene se asimilen mejor en forma de cloruros, previniendo el raquitismo. La LH acidifica el intestino delgado terminal haciendo que se acelere el tránsito intestinal y se cree una protección contra gérmenes patógenos. La madre también provee a su lactante de las necesarias enzimas (lactasa) de origen humano, para que el bebé pueda asimilar perfectamente dicha cantidad de lactosa.

   Aporta más de 50 variedades de azúcares como las ginolactosas, ausentes en la leche de vaca. La LH es más rica en grasas, saciando más y mejor al bebé siendo los ácidos grasos que contiene, de mayor calidad absorbiéndose con mayor efectividad y conteniendo ácido gammalinolénico exclusivo de la LH, que es primordial para el desarrollo del sistema nervioso y neuronal. Por supuesto, también aporta los famosos Omega-3, responsables cuasi absolutos del correcto desarrollo del cerebro.

   En el aspecto proteico, la leche de origen animal contiene 3 veces más de proteína. Se puede pensar que quizá más cantidad de proteína pueda ser más beneficioso para el desarrollo de nuestros bebés, pero la razón evolutiva es que la leche de vaca está diseñada para que el ternero pueda alcanzar fácilmente en el primer año los 100 kilos. En el ser humano, la prioridad es el correcto desarrollo y crecimiento del cerebro de forma lenta pero segura. La LH está diseñada para ir logrando esto, como decíamos anteriormente. Respecto a esa cantidad de proteína, presenta un 80% de caseína de difícil digestión, conteniendo una estructura primaria diferente a las proteínas humanas con zonas donde los aminoácidos no son los mismos y donde dicha proteína bovina puede resistir en parte, el proceso enzimático y a la flora bacteriana.

   Por ello, puede suceder que las macromoléculas de esta caseína atraviesen la mucosa del intestino delgado, mal protegido por un mucus insuficiente y no adecuado en el bebé, pudiéndose observar:

1-      Signos clínicos de intolerancia a la leche de vaca.
2-      Desarrollo de anticuerpos contra diversas proteínas de origen bovino (alergias)

   ¿Os suena esto? Todos conocemos casos infantiles, y cada vez más también por otros motivos, que presentan estos problemas: intolerancias y alergias. Suele suceder que con un tratamiento médico y dietético adecuado, estas molestias y síntomas, cesen cuando el niño se vaya haciendo mayor. En el peor de los casos, puede durar toda la vida. Es un caso similar, al que ocurre con los celíacos, provocado por el glúten, que es la proteína de algunos cereales costosos de digerir a determinadas edades.

   Prosigamos con la leche: en la leche humana podemos encontrar muchas más ventajas, respecto a la leche de vaca o la de continuación. Contiene más cisteína, menos metionina, fenilalanina y tirosina. Contiene pequeños péptidos (uniones de proteínas más asimilables) con útiles funciones como la mayor absorción de vitamina B12, ácido fólico y zinc. Encontramos muchísimas enzimas aportadas por el organismo de la madre como la fosfatasa alcalina, enzimas proteolíticas principalmente la lipasa, permitiendo la hidrolisis (descomposición en moléculas pequeñitas más fácilmente asimilables) de los triglicéridos, ya que la lipasa pancreática infantil es de una actividad muy débil.
   Contiene dosis menores de sodio, calcio, fósforo, magnesio y manganeso que en unión con otros elementos minerales, provoca que no haya desequilibrios entre estos oligoelementos haciendo que la absorción sea óptima y adecuada. En la leche de vaca esto no es así, ya que el hierro que presenta puede provocar que queden restos en el intestino, corriendo el riesgo de que proliferen gérmenes patógenos.

   La leche de vaca contiene mucho calcio, demasiado. Os recuerdo que el ternero lo necesita para el rápido crecimiento de su esqueleto. En el ser humano no es necesaria tanta cantidad, aunque nos bombardeen con esto todos los días y a todas horas. De hecho tomar calcio en exceso puede provocarnos calcificaciones en diferentes puntos de nuestro organismo: tendones, arterias, riñones, etc. Aunque bien es cierto que no se llega a absorber todo el que ingerimos, debido al desequilibrio que existe con el exceso de fósforo, también podemos padecer una paradójica hipocalcemia. En general, el calcio de la leche de vaca es muy poco accesible. Su exceso se excreta a través de las heces en forma de fosfato de calcio. Esto nos beneficia, evitando la calcificación que os comentaba.

   Las fuentes de calcio más idóneas y asimilables se encuentran en los alimentos provenientes del suelo. Así lo obtiene a su vez la vaca. Se procura en cantidades suficientes y asimilables con las verduras, las leguminosas, las ensaladas y la fruta. De hecho el brócoli contiene cantidades ingentes de este mineral.

   Otro aspecto mucho más interesante que ingerir calcio que no se absorbe, ni se fija en el tejido óseo, es procurarse suficiente vitamina D3 (en realidad actúa como una hormona) en conjunción con la vitamina K2. Este aporte extra de dichas vitaminas en conjunción con ejercicio que estimule nuestras células creadoras de hueso (osteoblastos), hará  más por nosotros que toneladas de calcio. Pero esto no le interesa a la industria láctea que lo sepas…
   La LH también potencia los leucocitos, al contener en su composición macrófagos, linfocitos T y B, así como neutrófilos polinucleares. Estas células refuerzan las defensas inmunitarias, convirtiendo al bebé en más resistente a las infecciones digestivas y de tipo general, que otro alimentado con leche de vaca o de sustitución. También se encuentran numerosos nucleótidos y hormonas como la insulina, el factor del crecimiento epitelial, el factor de crecimiento nervioso, prostaglandinas y también eicosainodes, todo ello orientado y diseñado para el desarrollo del cerebro humano.

    ¿Y qué más podemos añadir de las leches de sustitución o también denominadas de continuación? Pues este tipo de productos diseñados por especialistas son más adecuadas, sin llegar a ser idóneas a las necesidades de nuestros bebés como decíamos. Se parecen a la materna, pero siguen teniendo carencias y diferencias importantes:

-          Siguen careciendo de sustancias propias de la LH, como las ginolactosas, inmunoglobulinas A y lipasa.
-          Contiene betalactoglobulina, ausente en la LH.
-          Y lo más fundamental: se ingieren proteínas bovinas en un tubo digestivo programado para digerir proteínas humanas.

   En consecuencia, este tipo de leches tampoco son idóneas. Pero los especialistas en nutrición consideran que las proteínas de la leche de vaca siguen siendo igual de beneficiosas que las de la leche humana materna, no representando ningún peligro para el recién nacido. Respecto a esto debemos reflexionar partiendo del sentido común sobre algunos hechos, ya que ningún animal salvaje se alimenta de la leche de otro animal, ni sigue tomando leche después del destete. Pero estas dos reglas naturales, son transgredidas por el hombre y ciertos animales domésticos.

   Concluyendo para los bebés y niños, podemos afirmar que es totalmente necesario y prioritario que el recién nacido tome exclusivamente la leche de su madre durante el mayor tiempo posible, para su óptimo desarrollo global y evitar posibles problemas gástricos y de intolerancia. Esto supone un “pequeño” sacrificio en tiempo y molestias para la madre (dado el “mundo de las prisas”  en el que nos movemos), pero un GRAN beneficio  para el bienestar de nuestros niñ@s.

   En la segunda parte de este artículo veremos, en referencia al consumo de la leche que nos venden para adultos, lo que realmente nos venden y lo que realmente interesa a la industria lechera. Hasta pronto.




Jesús EP
masca104@hotmail.com
  


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